ERNESTO
PIERRO: “UN CORAZÓN QUE ESCRIBE”
Por Matías
Mauricio
Nacido
en el reino del tango es decir en el mitológico barrio Boedo, Ernesto pertenece
a la estirpe de los letristas que escriben con la simpleza de lo profundo, que
es la hondura del misterio. De allí que sus canciones se adentren en el corazón
del que las oye.
El
almacén de infancia, la mirada melancólica de los perros vagabundos, un amor
boyando en el ayer, su San Lorenzo amado y sufrido a precio de vida, son la
argamasa del poeta.
Quien
se atreva a entreabrir el telón de sus canciones podrá dar por ejemplo, con
esta nostálgica confesión “Y el cordón raído, puerto desolado/ de mis
encallados barcos de papel./ Y los pocos sueños que han quedado ilesos/ sienten
mi regreso calle Butteler. (Calle
Butteler, Pierro - Cosentino) o esa hermosura de escribirle “al Nano”,
“Catalán… contame alguna historia de partos o piratas/ o de aquel cartón piedra
que conoció el amor/ o de ese pueblo blanco que cuelga de un barranco/ o de
locos bajitos que nos dirán adiós. (Tango
para el Nano Serrat, Pierro - Cosentino).
Cantado
por los mejores vates de la actualidad tanguera, llámense: Raúl Lavié, Carlos
Rossi, Carlos Varela, Jacqueline Sigaut, entre otros… Ernesto, -de amor
incansable- suelta sus pájaros. Nosotros, los seguimos!
Hasta
el próximo poeta, si Pichuco y los astros lo permiten.
ALMACÉN
Letra: Ernesto Pierro
Música: Osvaldo Tubino
Aún creo estar mirando
tus manos delicadas
haciendo un envoltorio
con calma y devoción,
formándole orejitas
con el papel de estraza
para mi compra escasa
de azúcar en terrón.
Si paso por la puerta
te silbo como entonces
y el eco del silencio
contesta con tu voz.
Te espero tontamente
soñando que una noche
se suban las persianas
y te aparezcas vos.
Almacén...
que te vio despachar
con la yapa de dar tu sonrisa también.
Almacén
yo quisiera comprar
por mirarte mirar y mirarte también
Almacén
que cerró alguna vez
y que luego un cartel ofreció en alquiler
Almacén...
Y te fuiste después.
Y nos vio sollozar...
Almacén...
Aún creo estar tomando
tus manos nuevamente
en el portón de enfrente
-mirando al almacén-
junando que no salgan
tus viejos a buscarte,
ansioso por besarte
y por tu amor también.
Te veo despachando
alegre y orgullosa,
tomando, primorosa,
la pala de latón.
O por la noche darme
permiso, sigilosa,
para entibiar tu rosa
detrás del mostrador.
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