miércoles, 4 de junio de 2014

Crónica: Mateo de Discepolo en el Teatro de las Memorias (LDZ), por Andrés Cardiff

Mateo: un clásico del grotesco cerró su ciclo

El Equipo de Teatro Las Memorias (ETM) despidió 
el ciclo de presentaciones bajo la dirección de Jorge González
por Andrés Cardiff

  Discépolo es sinónimo de teatro y de nuestro teatro más humano. Aquél teatro que parece mala palabra pero cuenta lo que nadie cuenta de la vida: su lado pobre, su lado oscuro, sínico y burlón. La mala racha que nunca acaba, esa que deja a cualquiera contra las cuerdas de la vida a merced de tirar la toalla o seguir recibiendo golpes no siempre tiene historias lindas que contar, pero no se encuentra en muchos géneros como este verdades más grandes de la naturaleza humana que cuando se ha tocado fondo y uno puede recordarlo en el fino límite entre la pena de una realidad ruinosa y la alegría casi injustificada de aquella esperanza atada con alambre y calentada con mate pelado para engañar al estómago. Armando Discépolo, como buen artista, era buen observador y en su arte pudo plasmar relatos dramáticos de una amarga belleza como en "Mateo", donde el arraigo a las raices, el hambre y un dilema moral mal resuelto se combinan fatalmente. Los chicos de ETM eligieron bien.
  En Lomas de Zamora, un grupo de actores bajo la exigente tutela de Jorge González dispuso de revivir a los personajes de esta obra con gran tino. Hay una gran propuesta en escena donde iluminación, vestuario y musicalización dejan ver una preproducción a puro ensayo y maña: hay que ver cómo cambia el escenario de habitación de pensión a carruaje y de nuevo a pensión, por ejemplo.
  Los actores. Quien hace de Miquele la tiene muy complicada al tener que hacer de un viejo de 60 años que habla Cocoliche (mezcla de italiano y español porteño) cuando el actor es un joven que ronda no muy lejos de los veinti-largos, pero lo logra a fuerza de mérito y como si no fuera sufciente, logra en más de una escena contagiar el nudo en la garganta en lo momentos bravos y la risa bufa cuando se ríe de su propia desgracia. Los demás chicos acompañan muy bien pero lo de Severino es para el aplauso. La obra no debe distar mucho de la que imaginó el autor; sabia decisión del director ya que quedó una obra para ver grotesco del bueno, del que habla de nosotros a pesar del tiempo pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi comentario es...